Todos tenemos esos llamados «días malos» en los que no tenemos ganas de hacer nada porque nos sentimos cansados, estresados o tristes. Esto es normal, sin embargo, cuando esto se convierte en la regla y no en la excepción es cuando debemos plantearnos si no sería bueno buscar algún tipo de ayuda profesional.
Cuando las cosas no paran de salirnos mal o no estamos a gusto con nosotros mismos es porque, quizás, lo que pensamos o hacemos con el entorno o con nosotros mismos no es lo adecuado.
Hacer terapia «no es para locos», es para personas que están atravesando una mala temporada o no saben cómo resolver un problema que les está sumiendo en un caos de emociones. Buscar ayuda cuando se necesita es propio de personas inteligentes.
Normalmente se comienza con una sesión semanal durante tres semana y posteriormente se va espaciando cada quince días, para teminar con una sesión de seguimiento mensual durante tres meses. No obstante esto no es una regla sino que se ajusta a las necesidades reales de la terapia y se llega a un consenso. Cuanto más implicada esté la persona en la terapia antes se llega a los objetivos planteados en ésta y por tanto son necesarias menos sesiones.